Sala Cuna Feliz
  Cuentos Infantiles
 

La Bruja Escaldrufa


La Bruja Escaldrufa. Pequeños escritores de cuentos de México. Cuentos de brujas.

—Mamá, ¿es cierto que las brujas son malas?
—No Jorge, no todas son malas, algunas son buenas; pero no les debes tener miedo… y ya es tarde, así que mejor ya vete a dormir.
—Sí mamá.

Jorge, como se lo ordenó su mamá, se fue a su cama. Ya cuando estaba dormido, de repente escuchó un golpe en la ventana que lo hizo levantarse de un solo brinco, en la ventana, detrás del vidrio, estaba una bruja. Con cierto miedo pero con curiosidad se acercó a la ventana y la abrió. La bruja, bailando muy alegremente, entró a la recámara de Jorge y le dijo:

—Hola, soy la Bruja Escaldrufa y vine para darte mucha diversión.

Y Jorge, asustado todavía, pero ya no tanto, le dijo:

—¿No eres mala?

La Bruja Escaldrufa, sorprendida le dijo: —¡No, claro que no! Yo soy una bruja buena y ayudo a los niños a divertirse. ¿Quieres venir conmigo y descubrirlo?
Jorge, con menos miedo pero muy animado, le contestó: ¡Claro, vámonos!

Entonces Jorge y la Bruja Escaldrufa salieron por la ventana, montados sobre la escoba mágica de la bruja.
Fueron a muchísimos lugares: a la Feria de Chapultepec, al Parque de Aragón, a ver una película al cine, a patinar en la pista de hielo, y a muchísimos lugares más.

Cuando amaneció, los dos entraron por la ventana de la recámara de Jorge y la bruja le dijo: —En la noche volveré. —Y la bruja salió volando en su escoba mágica.

Jorge, feliz, mientras desayunaba, le contó a su mamá lo que le había pasado durante la noche, pero ella no le creyó.

En todo el día, Jorge miraba a cada rato el reloj, esperando a que se hiciera de noche, hasta que al fin aparecieron las estrellas. En su recámara, Jorge se durmió muy rápido y en un instante la Bruja Escaldrufa llegó a su ventana y entró.

Llevó a Jorge a otros lugares y se divirtieron muchísimo; y así sucedió varias noches, y luego semanas, hasta que un día que la Bruja Escaldrufa llegó en la noche, como siempre, y le dijo:

—Oye Jorge, ahora no podemos ir a ningún lado, debo irme muy muy lejos de aquí, así que ya no podré venir a verte como todas las noches.

Jorge se puso triste, pensaba que ya nunca más se iba a divertir. Y la bruja, al verlo así le dijo:

—Pero te daré un pequeño regalo. Toma. —La bruja extendió su mano y le entregó un collar con un dije que tenía un espejo en el centro.
—Cuando te sientas triste, llámame y verás en este espejo todo lo que yo hago con otros niños que me necesitan. Ah, pero sólo tú lo podrás ver, es muy especial.

Jorge se puso el collar en el cuello y la bruja, en un abrir y cerrar de ojos, desapareció entre las estrellas.

Y Jorge, la siguiente noche que extrañó a la bruja, sacó su collar y vio el espejo: ahí estaba la bruja, montada en su escoba mágica, jugando y divirtiéndose con otros niños. Jorge, con una sonrisa, se acostó a dormir. Al otro día fue a la escuela y jugó con muchos niños y tuvo así muchos amigos. Y así, cada vez que se divertía en el parque o en la feria, pensaba en su amiga la Bruja Escaldrufa.

Fin





Playa pensativa


Playa pensativa. Escritora de Chile.
 
Amargo dolor doliente,
y tan inmensamente triste;
opacadas las perlas sólidas,
y el alba está sorprendida.
 
golpea la brisa marina,
vigía el mar tu silueta,
miraba la flor cubierta,
observándo esa platina.
 
zuzurrádote y dibujándote,
trazada a la derrota tuya.
me atormento al recordarte,
estoy marchita más que suya.
 
igual como juega el mar,
jugabas tú con mi amor;
le brota el corazón rencor,
aún así sigo sin amar.
 
me diste todo deceo,
sin pedirtelo yo a ti.
pero eso terminó,
tu amor ya no exite,
y te quedo solo por irte.



Rosalina y el bosque de la luz


Rosalina y el bosque de la luz. Escritora de España. Cuentos de hadas.

Cuarto cuento de Rosalina.

Rosalina llegó a un lugar muy bonito, había árboles, flores, plantas y un río de aguas muy claras. Tenía sed y fue a beber, mientras bebía oyó a un pajarillo que se había caído del nido. Se acercó y con mucho cariño lo cogió.

-No llores chiquitín, que tu mamá pronto va a venir.

El pajarillo se había hecho daño en una de sus alas. Rosalina con mucho cuidado, lo curó:

 -¡Ya está!, pronto podrás volar.
 
-Muchas gracias duendecilla, ¿Dónde vás?
 
-Voy al bosque de la luz, ¿Sabes donde está?

-Muy cerquita de aquí lo encontrarás, hay muchos duendecillos, igual que tú, están tristes, porque  la lluvia arrancó una flor que estaba a punto de abrirse y el río se la llevó.

 -Yo soy la duendecilla que nació de esa flor.

 Cuando llegó la mamá del pajarillo, Rosalina se despidió de ellos, y siguió caminando, en su  camino, había ayudado a la hormiguita Marisina, al erizo Pinchitos, había hecho ver a las mariposas que no hay que ser vanidosas ni orgullosas, y había ayudado el pajarillo, sus alas ya no eran blancas, ahora tenían todos los colores y eran muy  hermosas.
 
 Rosalina no tardó en llegar al Bosque de la Luz,  allí todo brillaba, había muchos duendecillos que curiosos la miraban y le preguntaban:

 ¿Quién eres? ¿Qué hermosas son tus alas?

 -Soy Rosalina, estaba a punto de nacer cuando la lluvia arrancó mi flor y muy lejos de aquí la llevó.

 -¡Que alegría! Sabíamos que algún día volverías, por eso te esperábamos, ven con nosotros, te llevaremos hasta nuestro rey.

 Cuando el rey vio a Rosalina, se fijó en sus alas y sonriendo dijo:
 
 -Querida duendecilla, tus alas tienen el color de la amistad, de la bondad, de la caridad, eso es lo que necesitabas para llegar.

 Rosalina contó todo lo que había pasado hasta llegar al Bosque de la Luz, el hijo del rey que estaba allí, miraba muy atento a Rosalina, y mientras la escuchaba, de ella se enamoraba y pensaba:

 ¡Que hermosa, y que buena es! Cuanto ha pasado, para llegar a nuestro lado! Me gustaría conocerla más y que de mí se llegara a enamorar.

 Se hicieron muy amigos, siempre ayudaban a los demás y eran muy queridos en aquel lugar.

 Se enamoraron y después de un tiempo se casaron, todos los duendecillos a la boda fueron invitados, les prepararon una bonita fiesta y vivieron muy felices rodeados de todos sus amigos en el maravilloso BOSQUE DE LA LUZ. 

Fin

Último  cuento de los cuatro que forman el cuento de Rosalina: Rosalina y el bosque de la luz

 


Lucianita y su flor


Lucianita y su flor. Niñas escritoras de Perú.

Había una vez una niña que se llamaba Lucianita en una época de dragones y reinas.

Luciana tenía una flor que regaba siempre y creció mucho su flor, la regaba todos los días. Llegaba hasta el cielo y era muy hermosa.

Una mañana su mamá le regaló un castillo enorme y se llevó la flor en una canasta para sembrarla en su nuevo jardín. Vinieron las hadas y quedaron felices de ver la flor.

Entonces, invitó a sus amigas al Castillo, a ellas les gustó mucho la flor y le preguntaron, por qué es tan grande tu flor. Lucianita les contéstó, porque la riego todos los días con mucho amor.

Fin



Mariposas y Virutas


Mariposas y Virutas. Escritor de cuentos infantiles de España. Cuentos de niñas.

La niña afilaba sus lápices de colores y sonreía.

 El lápiz amarillo.

 El lápiz rojo.

 El lápiz celeste.

 El lápiz verde.

 Uno por uno los afilaba y trataba de imaginar cómo serían las mariposas en que se transformarían.

 Porque alguien, no se sabe quién, le había contado que si guardaba las virutas de los lápices de colores en un tarro y lo deseaba con mucha, mucha fuerza, al día siguiente se habrían convertido en  preciosas mariposas de colores.

 Y por eso ahora la niña afilaba sus lápices de colores y sonreía.

 El lápiz rosa.

 El lápiz rojo.

 El lápiz marrón.

 El lápiz blanco.

 Iba dejando caer las virutas en un tarro de cristal y sonreía.

 Cuando los hubo afilado todos, guardó los lápices, cogió el tarro y lo puso cerca de la ventana.

 Aquella noche la niña soñó con paisajes pintados con lápices de colores: árboles cuyas copas eran de un tupido verde claro, nubes de color celeste, soles amarillos con sonrisas rojas, pájaros que eran finas líneas azules o negras o marrones, montañas verdes con cimas siempre blancas, una casa amarilla con un tejado rojo, cortinas de color rosa y humo gris. Y, en medio del paisaje de lápices de colores, una niña de falda blanca y trenzas, corriendo tras un montón de mariposas de todos los colores y de todos los tamaños.

 A la mañana siguiente, con los ojos llenos de colores, corrió a ver qué había pasado con sus virutas.

 El tarro de cristal estaba vacío.

 Levantó los ojos y vio pasar a una mariposa de color blanco junto a otra de color marrón.

 - ¡Mis mariposas! – Exclamó - ¡Esas son mis mariposas! ¡Seguro!

 Y corrió en busca de su madre y, con los ojos llenos de entusiasmo y los labios plenos de sonrisas, le contó la mágica transformación de las virutas.

 Era tanta la ilusión que derramaba, tanta la alegría que irradiaba,  que su madre se sintió incapaz de confesarle que, en realidad, las virutas seguían siendo virutas, y que si ya no estaban en el tarro de cristal era porque ella, que no sabía nada del experimento de su hija,  las había tirado a la basura esa misma noche. Y que aquellas dos mariposas habían pasado junto a su ventana en ese justo momento por pura casualidad.

 Así que la niña siguió creyendo durante mucho tiempo que las virutas de los lápices de colores podían transformarse en mariposas sólo con desearlo con mucha fuerza. Y durante muchos días siguió afilando sus lápices y guardando las virutas en tarros de cristal (soñaba con llenar el mundo de mariposas de todos los colores).

 Y durante muchas noches soñó con preciosas mariposas hechas de virutas.

 Y su madre siguió vaciando los tarros día tras día, y sonriendo cada vez que su hija le contaba que el milagro había vuelto a producirse aquella mañana. Y nunca le contó la verdad.

 Y cuando la niña se hizo mayor, tan mayor como su madre, aún seguía conservando un poco de aquella magia y de aquella ilusión y, de vez en cuando, volvía a soñar con paisajes pintados con lápices de colores donde una niña con trenzas perseguía mariposas de virutas.

Fin



 
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